PROYECTO DE LEY
Artículo 1°.- Denominase «Avenida de los Pueblos Originarios» a la arteria hasta ahora denominada Avenida Presidente Julio Argentino Roca, conocida comúnmente como Diagonal Sur.
Artículo 2°.- Retirase el monumento dedicado a Julio Argentino Roca de su actual emplazamiento, sito en la Avenida Presidente Julio Argentino Roca entre las calles Adolfo Alsina y Perú.
Artículo 3°.- Trasládese el monumento dedicado a Julio Argentino Roca a un espacio que determine por consenso el Poder Ejecutivo y la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. El espacio que se destine a tal efecto no podrá ser en la vía pública y en el mismo deberá constar una crónica pormenorizada del genocidio cometido mediante las «campañas del desierto» ordenadas por Julio A. Roca contra los pueblos originarios, la reducción a la esclavitud de los/as sobrevivientes y las violentas represiones obreras llevadas a cabo en su último gobierno. En caso de no resultar posible su traslado y reubicación o no haya existido consenso entre el Poder Ejecutivo y la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad en un plazo de 180 días desde la publicación de la presente Ley, se procederá a la fundición del monumento a fin de utilizarlo como insumo para la construcción de la escultura en homenaje a la mujer originaria, conforme se dispone en el artículo 5°.
Artículo 4°.- La plazoleta denominada Ricardo Tanturi, distribuidor del tránsito de las calles Adolfo Alsina, Perú y Av. Presidente Julio Argentino Roca, se denominará «Homenaje a la Mujer Originaria».
Artículo 5º.- Constrúyase en la plazoleta citada en el artículo 4º, un monumento en homenaje a la Mujer Originaria de similares dimensiones al monumento dedicado a Julio Argentino Roca que actualmente se encuentra erigido en dicho lugar. La Comisión de Cultura de la Honorable Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, efectuará la convocatoria de concurso a tal efecto, cuyas bases serán establecidas por reglamentación.
Artículo 6°.- Publíquese y cúmplase con lo dispuesto por los artículos 89° inciso 3° y 90° de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Artículo 7°.- El Poder Ejecutivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires deberá reglamentar el presente proyecto de ley en el plazo de treinta (30) días hábiles.
Articulo 8º.- Comuníquese, etc.
FUNDAMENTOS
La Plaza de Mayo constituye el núcleo cívico de la Ciudad de Buenos Aires alrededor del cual se levantan los principales edificios públicos, varios de ellos de vital importancia para el país, siendo además enorme su valor simbólico por lo que siempre ha sido el lugar de reunión de grandes concentraciones populares.
Desde una concepción monumentalista, se aprobó la apertura de las tres principales arterias por las que se accede a la Plaza de Mayo: la Av. de Mayo (que une la Casa de Gobierno con el Congreso de la Nación) y las Diagonales Norte y Sur. Esta última lleva el nombre de Julio Argentino Roca, quien fuera Presidente de la Nación durante dos períodos (1880 a 1886 /1898 a 1904).
Asimismo, sobre la Diagonal Sur se levanta el monumento más grande de la Ciudad Buenos Aires, en honor al mismo Julio Argentino Roca, que tiene su base revestida en mármol, con dos figuras que representan a la “Patria” y al “Trabajo” y la cima está coronada con una escultura ecuestre hecha por José Luis Zorrilla de San Martín.
A su vez, también se denominó como “Parque Polideportivo Presidente Julio Argentino Roca” al espacio de recreación de 200 hectáreas que se extiende en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, en el cual se erigió un estadio multipropósitos con capacidad para 15.000 personas.
En el mismo sentido, cabe resaltar que en el billete de cien pesos, el de mayor valor, se plasmó el retrato de Roca y en su reverso se recuerda la “conquista del desierto” (conste que el billete que contiene la imagen del Gral. José de San Martín es el de cinco pesos).
De lo expuesto, surge evidente el lugar de privilegio que ostentan los homenajes que a lo largo de nuestra historia se otorgó a la figura de Julio Argentino Roca.
- GOBIERNOS QUE RINDIERON HOMENAJE A JULIO ARGENTINO ROCA.
Atento a que el arte no es neutro, como así tampoco lo son los homenajes, resulta importante señalar qué gobiernos nacionales rindieron tales homenajes.
El monumento a Roca fue inaugurado el 19 de octubre de 1941; la fórmula que gobernaba el país en ese momento era la de Ortiz-Castillo, en tanto que Julio Argentino Roca (H) fue Ministro de Relaciones Exteriores y Culto durante dicho gobierno. El gobierno conservador de Ortiz se desarrolló durante la “década infame” (1930 a 1943), así llamada porque se caracterizó por el fraude electoral, la represión a los/as opositores/as y la corrupción generalizada.
La década infame comenzó con el golpe cívico militar que derrocó al Presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, apoyado activamente por el que luego fuera Presidente de la República, Roberto M Ortiz. En cuanto a Julio Argentino Roca (H), también se desempeñó como Vicepresidente durante el gobierno de Agustín P. Justo, habiendo sido coautor y firmante del Pacto Roca-Runciman; en dicha oportunidad efectuó una declaración que se volvería famosa: “…la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico”.
En cuanto al Parque Roca, su denominación se otorgó mediante una ordenanza del año 1979, que lleva la firma del Brigadier Cacciatore, Intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires durante la dictadura militar más cruel que asoló a nuestro país.
Durante ese mismo año, 1979, se cumplían cien años de la “conquista del desierto” y se desarrollaron en el país numerosos actos y publicaciones en los principales medios periodísticos en homenaje a Julio A. Roca.
De lo expuesto, surge claramente que los principales homenajes que se rindieron a Julio Argentino Roca fueron efectuados por gobiernos conservadores que se desarrollaron durante la “década infame” y por la más cruenta dictadura militar que padeciera el país y que se iniciara mediante el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Ante ello, cabe reseñar a continuación cuales fueron los principales actos de gobierno de Julio A. Roca que merituaran que los gobiernos más nefastos de la historia del país le rindieran tan fastuosos homenajes.
- CONQUISTA DEL DESIERTO
Durante la Presidencia de Avellaneda, Julio A. Roca fue designado como Ministro de Guerra y Marina (1877); y desde este puesto propondrá seguir una política sobre la “cuestión indígena” distinta a la que se había llevado a cabo hasta ese momento; aplicará un plan de aniquilamiento de las poblaciones indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática por parte de un ejército poderoso, equipando con los últimos adelantos de la industria militar al ejército argentino con los modernos fusiles a repetición «Remington».
La relación de fuerzas fue descripta por el propio Roca: «Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión ni otras armas que la lanza primitiva [1].
En julio de 1878 el plan ya estaba en marcha, conquistando territorios y capturando prisioneros/as. El 5 de octubre de ese año se sancionó la Ley Nº 947, que autorizaba al Estado Nacional a invertir 1.600.000 pesos fuertes para lograr el corrimiento de la frontera de la República ocupando Río Negro “previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la Pampa…”.
- “TRATADOS CON LOS INDIOS”
Si bien se enseña en la curricula de historia la “conquista del desierto”, la cual se justifica en la presunta violencia de los pueblos indígenas a través de los “malones”, no se transmite que durante años, no obstante algunos episodios violentos, primó entre el Estado argentino y los pueblos originarios soberanos un intercambio pacífico, que se efectivizaba mediante los llamados “Tratados con los indios”[2]. Estos en principio eran orales y respetaban la cultura de dichos pueblos, luego, cuando el Estado comenzó a imponer sus pautas, comenzaron a ser escritos[3].
La idea de una Nación argentina atacada por los malones de los “bárbaros” es parte de un discurso político impuesto después de la conquista militar de los territorios indígenas. Ello queda claro desde el momento en que el primer mapa que incluye a la Patagonia en La Argentina es del año 1875[4], como asimismo, hasta el año 1871 se enseñaba en los textos escolares que La Patagonia era un país aparte[5].
Estos tratados no solo no fueron estimulados políticamente, como fórmula de convivencia, sino que luego fueron abiertamente desconocidos por el gobierno argentino.
Se podrían dar numerosos ejemplos de lo expuesto, pero uno basta para graficar la política del gobierno para con la “cuestión indígena”.
En 1878 el gobierno nacional firmó un tratado de paz con el cacique de un pueblo ranquel, Lonko Rankülche Epumer, que ratificaba otro anterior. Pocos días después, un grupo de hombres, mujeres y niños/as de dicho pueblo se dirigía a Villa Mercedes, San Luis, en son de paz, a fin de cobrar lo estipulado en el pacto (elementos de labranza, dinero, ganado en pie, etc.)[6] ; según la crónica de la época eran indígenas que usualmente comerciaban en dicha localidad con los/as vecinos/as. Al hallarse cerca de Villa Mercedes fueron detenidos/as por un retén militar, encerrados/as en un corral y fusilados/as, 60 ranqueles desarmados/as por orden del comandante Rudecindo Roca (hermano de Julio A Roca), en tanto que los/as sobrevivientes fueron mal heridos/as. Ante la indignación popular, el comandante Roca justificó la acción manifestando que “murieron en un enfrentamiento”[7]. Frase que solía utilizar la dictadura militar de los años 70 para encubrir sus crímenes.
Fue tan poco creíble la explicación dada por el comandante Roca, que el diario La Nación del 16/11/1878 decía: “Cosa rara que cayeran heridos 50 indios yendo en disparada y en dispersión. Rara puntería la de los soldados, que pudieron a la disparada casar (sic) a los salvajes, que nunca lo han conseguido nuestros soldados, y más raro aún, que todos los tiros se aprovecharan matando sin dejar ni un solo herido…”.
Los/as sobrevivientes fueron tomados/as prisioneros/as y llevados/as como mano de obra forzada a la zafra tucumana[8]. Podría pensarse que tales acciones tenían por finalidad boicotear la convivencia pacífica, ya que la guerra constituía un negocio para un sector de nuestra sociedad: grandes extensiones de territorio conquistado en pocas manos, indígenas utilizados/as como mano de obra forzada en los ingenios azucareros, en las estancias, en el ejército de línea, como personal doméstico, etc.
- DISCURSO HEGEMONICO
La crueldad desplegada durante la conquista del desierto por parte del ejército argentino para con los pueblos originarios, fue avalada por el discurso que se construyó para sustentar desde lo simbólico su acción (mismo mecanismo utilizado durante y con posterioridad a la dictadura militar de los años ´70).
En la decisión política, económica y militar de anexar los territorios indígenas, con el apoyo y financiamiento de la oligarquía argentina, las personas que habitaban ancestralmente esos territorios (qom, ranqueles, mapuches, mocoit, pilagá, wichi, etc) no van a ser incluidos/as en el proceso de constitución nacional. La extensión de las fronteras se efectuó por sustracción y no mediante la realización de políticas inclusivas; por el contrario, se los/as elimina, convierte, civiliza, disciplina y para ello resulta necesario definir a esos/as indígenas como otros/as distintos/as e inferiores. De ese modo, quienes ocupan las tierras son “inferiores”, “salvajes”, “bárbaros”, y si son inferiores no pueden decidir, si son salvajes no pueden estar en vecindad con quienes producen la tierra para el progreso del país. Hay entonces que someterlos/as o eliminarlos/as[9]. Daniel Feierstein plantea seis momentos que caracterizan una práctica social genocida: la conformación de una otredad negativa, el hostigamiento, el asilamiento, el debilitamiento sistemático, el exterminio y la realización simbólica[10].
Las dos primeras etapas se cumplieron durante la campaña: el hostigamiento y la persecución se sostenía mediante el discurso que se centraba en que el/la indígena era un ser inferior y sus territorios desiertos. La oligarquía gobernante intentó homogeneizar cultural, política y territorialmente al país y los pueblos originarios sobrevivientes debían someterse a los patrones culturales impuestos por el Estado, de manera de generar una identidad argentina suprimiendo las diferencias. Este discurso avalaba que esos/as indígenas, seres «inferiores y salvajes», se oponían a la identidad «blanca y europea», asociada a un supuesto progreso y civilización.
La utilización biologizante del concepto de «raza» tiene por finalidad legitimar «científicamente» la construcción del «otro» negativo; por un lado la superioridad de «los/as blancos/as» y por el otro los seres considerados/as por esa visión como inferiores -indígenas, «negros» y gauchos, etc-.
El discurso hegemónico utilizó construcciones por las cuales los pueblos indígenas fueron salvajes, luego enemigos y finalmente invisibilizados. Al eliminarlos del discurso, al tejer con la historia que sólo existían en el pasado (incluso desde quienes reconocen el genocidio de las campañas) y al plantear un momento histórico donde fueron exterminados, se los elimina también del presente[11] .
Asimismo, la utilización del término “desierto” remite a territorio inhóspito, deshabitado e infértil, por lo cual puede ser apropiado. Se utilizó ese término como oposición al de tierra fértil, trabajada para el progreso; de hecho se incorporaron colonos/as extranjeros/as para trabajar esas mismas tierras expoliadas.
- BENEFICIADOS CON LA CONQUISTA DEL DESIERTO.
La Ley Nº 947 establecía que la conquista del desierto se pagaría con el producido de las tierras públicas nacionales que se conquistaran. Para ello se emitieron títulos públicos y cada uno de ellos daba derecho a la propiedad de una legua de tierra (2.500 hectáreas) y otorgaba una renta del 6% anual hasta que se efectivizara la posesión. De esta manera se vendieron 10 millones de hectáreas.
A través de distintas leyes, el Estado entregó grandes extensiones de tierra por sumas ínfimas. Entre ellas, por una ley especial se le otorgó como premio al General Roca 15.000 hectáreas. Así también, sesenta y siete propietarios/as pasaron a ser dueños/as de 6.062.000 hectáreas; entre ellas 24 familias patricias, los Luro recibieron 200.000 hectáreas y los Martínez de Hoz 2.500.000[12].
- CAMPOS DE CONCENTRACION. CRUELDAD. ESCLAVITUD.
Los hombres de los pueblos originarios que sobrevivieron al plan de exterminio fueron llevados forzadamente a trabajar a los ingenios azucareros del norte, en condiciones de absoluta explotación, o a servir en el ejército y la marina; en tanto que las mujeres fueron repartidas entre las familias aristocráticas como sirvientas y los niños y niñas dados/as en adopción.
El Estado roquista se concentró en la disposición de los cuerpos de los/as indígenas sometidos/as sin descuidar la regulación de su capacidad reproductiva, incluyendo la separación de mujeres y varones y la apropiación de los niños y niñas. Estas acciones constituían un plan genocida sistemático. La ausencia de registros sobre los derroteros individuales, el reemplazo de los nombres nativos, el arrebato de niños y niñas y su “adopción” por las familias criollas apropiadoras, los permanentes traslados y otras prácticas que dificultan la memoria colectiva, definen el carácter de “poder desaparecedor” asumido por el Estado y sus agentes durante el período de “organización nacional”[13].
La ausencia de registros oficiales, no ha impedido que miembros de pueblos originarios hayan dado testimonio de cómo sus abuelos/as les contaban como, una vez reducidos/as por fuerzas militares, eran obligados/as a traslados forzados, torturados/as y asesinados/as. Así, Catalina Antilef, pobladora de Futahuao (Pcia. De Chubut), relata: “Ay, para que le voy a contar, porque a mí me contaba mi abuelita porque ellos se escaparon de la guerra, pobrecita sabía llorar mi abuelita, sabía llorar cuando se acordaba. Ella dice que se escaparon allá, cuando los tenían a todos como animales, dice que los juntaban, los tenían como para toreo. Una galleta le solían dar a la semana…sabía llorar mi abuelita, lloraba, se acordaba…Decían como los ataban, cuando los arreaban, dicen que arreaban las personas, las que iban así embarazadas cuando iban teniendo familia le iban a cortar el cogote del chico y la mujer que tenía familia iban quedando tirao, los mataban. Venían en pata así a tamango de cuero de guanaco, así decía mi abuela. Los llevaban al lugar donde los mataron a todos, de distintos lados, los que se escaparon llegaron para acá. Dios quiera que nunca permita eso de vuelta”[14].
Osvaldo Bayer, en “El encubrimiento” cita la información que brindaba el diario El Nacional de la época: “Llegan los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.
Charles Darwin, testigo de la crueldad del ejército, contó: “escandalizado, que si bien se asesina a sangre fría a todas las mujeres indias que parecen tener más de veinte años de edad para evitar su reproducción, se perdona a los niños a los cuales se vende o se da para hacerlos criados domésticos, o más bien esclavos. Cuando protesté en nombre de la humanidad me respondieron…¿qué hemos de hacer? ¡Tienen tantos hijos estos salvajes!”[15]. El Padre Birot (cura de Martín García) decía: “El indio siente muchísimo cuando lo separan de sus hijos, de su mujer; porque en la pampa todos los sentimientos de su corazón están concentrados en la vida de familia”[16].
El Comandante Manuel Prado (militar que dio testimonio escrito de la conquista) informaba que a los indios que se tomaban prisioneros se los estaqueaba y torturaba atrozmente, mutilándolos o descoyuntándolos para que informaran[17] (práctica similar que llevó adelante la dictadura militar de los 70´).
Varios caciques indígenas y sus familias fueron llevados/as prisioneros/as al Tigre. De allí, a los caciques Inacayal y Follel se los llevó al Museo de la Plata, donde se los exhibía al público como un número circense; Inacayal solía decir: “Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones, matar a mis hermanos robar mis caballos y la tierra que me ha visto nacer. Ahora prisionero…desdichado”[18].
En 1870, la Sociedad Rural se dirigió al gobierno instando a una más severa represión contra los “indios salvajes”; entre otros, los firmantes eran: José Martínez de Hoz, Amadeo, Leloir, Temperley, Atucha, Ramos Mejía, Llavallol, Unzué, Miguens, Terrero, Arana, Casares, Señorans, Martín Omar, etc[19].
Desde la Isla Martín García, donde eran llevados/as los/as indígenas prisioneros/as, se embarcaban a varios/as de ellos/as hacia el Hotel de los Inmigrantes, donde se colgaba un cartel que decía “Entrega de indios: los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”. A dicha cita acudía la clase dirigente de la época.
El diario El Nacional (31/12/1878) contaba que siendo trasladados un grupo de hombres, mujeres y niños/as indígenas encadenados/as por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto, prorrumpió un grupo de anarquistas al grito de “dignos”, “los bárbaros son lo que les pusieron las cadenas”, mientras aplaudían efusivamente a los/as prisioneros/as opacando “el clima festivo y patriótico que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso desfile de la victoria”.
Tal como se manifestó anteriormente, los/as indígenas sobrevivientes eran llevados/as a campos concentracionarios, desde donde luego eran distribuidos/as. Investigadores/as como Mases, Delrio y Lenton sitúan los distintos campos de concentración en Carmen de Patagones, Junín de los Andes, Chinchinales, Valcheta, Cuartel de Retiro y la Isla Martín García.
Estos eran campos de disciplinamiento, para poder luego incorporar a los/as indígenas como mano de obra forzada. De hecho, “los indios inútiles o débiles” pasaban a formar parte de los “indios del depósito”[20].
Un hombre indígena, prisionero en la Isla Martín García, le escribía a su mujer: “Martín García en 6 de marzo de 1879. A la Señora Juana, esposa de Jacinto Segundo Puelpan: Mi querida Esposa, Tu carta me encontró gozando de salud. Hemos llegado a la isla de Martín García hace unos tres meses. Estaré aquí no se hasta cuando, pero no me pondrán en un cuerpo de línea. Soy demasiado anciano. El Señor arzobispo ha enviado acá dos Padres misioneros para consolarnos y cirstianarnos…Es uno de estos misioneros que me ha entregado tu carta y te escrive esta y que la pondrá en el correo con la Dirección que me señalas. Me voy darte noticias de nuestros hijos: Cuatro de nuestros hijos están en Buenos ayres, pero no se como están, ni tampoco pude verlos quando pasé por Buenos ayres. Otros dos hijos están en guamini en el carhué. No se quando nos sacarán de aquí!. Oremos a Dios afín de que se compadezca de nosotros. Tu marido. Jacinto Segundo Puelpan. En la isla de Martín García.”[21]
La “cristianización” fue una forma de desarticular las creencias y la cosmovisión de los pueblos originarios, asimismo, al ser bautizados los/as indígenas, se les otorgaba un nombre criollo; todo lo cual tendía a destruir la identidad indígena y generó vacíos de información que obstaculiza conocer la propia historia familiar.
A su vez, la Iglesia Católica mediaba en la entrega de indígenas a particulares argentinos/as; a modo de ejemplo se cita la correspondencia entre el Padre José Birot al Ministro de Guerra y Marina: “…Los Padres Misioneros Lazaristas, encargados de los Indios, suplican…se dignen mandar los indios detenidos actualmente en la Isla de Martín García como prisioneros de guerra, pero sin ningún delito de ninguna clase…Los padres misioneros conocen a estos Indios y garantizan al Gobierno Argentino que no hay no puede haber inconveniente en sacarlos de la isla y ponerlos en casa o Estancias de particulares argentinos…”[22].
La salud en la Isla era un tema recurrente e importante, ya que los/as prisioneros/as eran luego distribuidos/as para cumplir distintos trabajos forzados. El Cirujano de la Isla, Sabino O´Donnell, informaba: ”…concluí de vacunar a todos los indios del depósito…Indudablemente venían ya impregnados o contagiados. Al vacunarlos se ha desarrollado entre ellos, llegando hoy el número de virulentos a once, de los que fallecieron dos hoy temprano…El trabajo pesado y laborioso no podrá menos que ser nocivos a muchos de ellos…en la debilidad en que se hallan los más, por su falta de buena alimentación, en las penurias que viven padeciendo; el abatimiento moral, pues sienten ellos la pérdida del desierto…Es preciso sacarlos al aire libre y aún obligarlos a hacer un poco de ejercicio…Estos indios están también acostumbrados al baño…”[23].
“El Gobierno manda entregar raciones a los indios, con el objeto de que vivan de ellas sin necesidad de robar. La imprevisión con que se procede a su entrega ha permitido que los encargados y los proveedores puedan abusar libremente. Vencido el plazo, la entrega no se hace; los indios esperan, reclaman, van y vienen y nada consiguen, hasta que cansados y apurados por la necesidad convienen con el proveedor recibir el todo en dinero o una parte en dinero y otras en efectos. En dinero vienen a recibir apenas un 10% del valor de los artículos y éstos de tan mala calidad y tan escamoteados, que poco más o menos sufren la misma rebaja…”[24].
El Padre salesiano Alberto Agostini comentaba: “El principal agente de la rápida extinción fue la persecución despiadada y sin tregua que les hicieron los estancieros, por medio de peones ovejeros quienes, estimulados y pagados por los patrones, los cazaban sin misericordia a tiros de Winchester o los envenenaban con estricnina, para que sus mandantes se quedaran con los campos primeramente ocupados por los aborígenes. Se llegó a pagar una libra esterlina por par de orejas de indios. Al aparecer con vida algunos desorejados, se cambió la oferta: una libra por par de testículos”[25]. Y el Padre Savino, a cargo de los/as prisioneros/as, decía: “Es más fácil convertir a los indios de las fronteras que a los que tienen contacto con los cristianos, pues, los cristianos, salvo unos pocos, son de una moral que está muy lejos de ser cristiana. No quiero hacer mención de la perfidia, de la borrachera, de los robos, de los mismos asesinatos y de los escándalos de todo género de que los cristianos con quienes tratan, muy a menudo, les dan el triste ejemplo”[26].
El citado Alvaro Barros denunció en el Parlamento Nacional, en 1867, la malversación de fondos del presupuesto de defensa: “El ejército argentino, siendo uno de los más deficientes y atrasados, es el más caro del mundo… Mientras que el soldado alemán cuesta 199 pesos fuertes por año y el francés 189, el argentino cuesta 521 y mucho más en tiempo de guerra, y sufre como ninguno y en todo tiempo, todo género de necesidades y miserias”. Tal realidad, denunciada con antelación por Barros, se mantuvo y agravó durante la gestión de gobierno del Gral. Roca. El Coronel Nicolás Levalle decía al respecto: “No tenemos yerba, no tenemos tabaco, no tenemos azúcar, en fin estamos en la última miseria. Imagínese usted a un soldado mal vestido, casi desnudo, al raso completamente, en medio de los rigores de un invierno harto cruel, sin lumbre que calentara sus miembros ateridos, y más que todo sin el alimento necesario a la conservación de sus fuerzas, imagínese todo esto digo, y tendrá una idea más o menos exacta de los que acá se ha sufrido”.
- FEDERALISMO
La composición étnica de los federales no pasó desapercibida para los unitarios, que además de calificar de “gauchos” a los rebeldes de 1860, también se referían a las montoneras que conformaban como “los indios de Vichigasta”, “los indios de Machagasta” o “los indios del Arauco”[27].
En tal sentido, Sarmiento calificaba a las insurrecciones montoneras de “venganzas indias” y a los levantamientos de Peñaloza como “movimientos indígenas campesino”. Era común que los unitarios identificaran a los federales con “las clases abyectas de la sociedad”, entre ellos, a los/as mulatos/as, “indios/as” y gauchos.
Las represiones a los alzamientos montoneros fueron muy violentas y en muchos casos las fuerzas militares justificaban esa violencia en la solidaridad entre el gauchaje y las poblaciones originarias. Tamagnini explica que “ambas fuerzas sociales, el desierto y la montonera estaban combinadas, razón por la cual las invasiones no fueron sólo producto del desamparo sino también expresión de todas esas fuerzas sociales en las que encarnaba la barbarie, en suma la de todos aquellos que quedaban fuera del orden mitrista«[28].
Lo expuesto es otro claro ejemplo de la idea liberal de crear una “identidad argentina” mediante el sacrificio de “los diferentes”, borrando de la historia a indígenas, gauchos y mestizos/as.
- CAMPAÑA DEL DESIERTO VERDE
El Presidente Julio A. Roca impulsó, en 1884, las campañas militares al Chaco. Para justificarlo, informaba ante el Congreso de la Nación (26/07/1884): “Llevada felizmente a término la ocupación militar de La Pampa y la Patagonia en toda su extensión y extirpada la barbarie que esterilizaba a aquellos vastos territorios adonde hoy acuden los pobladores civilizados y las especulaciones del comercio y de la industria, engrandeciendo la Nación, ha llegado el momento de abrir operaciones decisivas sobre los también extensos y ricos territorios del Chaco…”.
Ya se habían realizado numerosas expediciones militares al Chaco con anterioridad, con la misma crueldad que en la desarrollada en la Patagonia. El teniente coronel Luis Jorge Fontana, que participó en una de ellas, contaba: “A un indio tomado prisionero en un encuentro de armas se le ató al cuello un cordel cuyo extremo opuesto fue asegurado a la cincha del caballo en que montaba el soldado que debía conducirle. Puesto éste en marcha y cuando el cordel perdió su elasticidad, el indio cayó como un tronco, pues no dio un solo paso, ni profirió la más ligera queja”[29].
Era claro el plan de profundizar el sistema económico liberal incorporando mayores extensiones de tierra mediante el asesinato y la reducción de sus pobladores/as, los/as cuales, a su vez, iban a ser utilizados/as como mano de obra barata para los ingenios y obrajes del norte del país.
Los propietarios de los ingenios y obrajes del norte del país se conducían como amos y señores de los territorios que ocupaban y sobre las personas. El Estado tenía sus oficinas dentro de los ingenios, como también las oficinas de correo y telégrafo y la policía provincial; algunos legisladores provinciales eran empleados o prestaban servicios en los ingenios. Se borraban los límites entre lo público y lo privado[30].
Los hombres de los pueblos Wichi, Qom, Moqoit y Pilagá apresados se enviaban como mano de obra esclava a los ingenios azucareros de Tucumán, Salta y Jujuy; también se los incorporaba forzadamente como soldados en las guerras fronterizas, en tanto disolvían los núcleos familiares ya que a sus mujeres e hijos e hijas eran enviados/as a trabajar para familias aristocráticas de los centros urbanos.
Los indígenas trabajaban en los ingenios en jornadas de sol a sol, mal alimentados, en viviendas miserables y expuestos a enfermedades infecciosas. Se les aplicaba el sistema de vales, que solo tenían valor dentro del ingenio, por lo cual debían gastar su escasa paga en la proveeduría del ingenio, también de propiedad del dueño del ingenio.
A comienzos del 1900 el Estado creó colonias que constituían reducciones civiles aborígenes, las cuales concentraban a miles de personas de distintos pueblos que el propio Estado argentino sometía a la explotación laboral en ingenios, algodonales y obrajes.
Durante las dos primeras décadas del 1900 fueron entregadas 2.500.000 hectáreas de tierras fiscales a manos privadas, o sea el 26% del territorio provincial[31].
Claramente, estas políticas de Estado permitían una consolidación de un modelo de país basado en la exportación de materias primas y la incorporación de colonos extranjeros para trabajar las tierras usurpadas a los pueblos originarios.
- REPRESION OBRERA
Estado de sitio. Ley de Residencia. Represión obrera.
A fines del siglo XIX surgen las primeras organizaciones obreras y a principios del siglo XX los gremios se unen fundamentalmente en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y la Unión General de Trabajadores (UGT), la primera de ellas de tendencia anarquista y la segunda socialista. Desde estas organizaciones se comienza a efectuar reclamos por mejoras de condiciones de trabajo, aumento de salarios y legalización de las asociaciones obreras mediante manifestaciones, protestas y huelgas obreras.
La respuesta del gobierno de Roca fue decretar el estado de sitio en Buenos Aires y Santa Fe (1902) y sancionar la Ley de Residencia (1903), conocida como 4.144, mediante la cual se facultaba al Estado a expulsar del país a los militantes obreros extranjeros que participaran de la protesta social, o como decía dicha ley, que “perturbaran el orden público”. Como consecuencia de ello, las mujeres e hijos/as de los obreros expulsados se los dejaba aquí, sin sustento alguno.
Al respecto, el diario conservador La Prensa del 6 de mayo de 1903 decía: “Afirma el Presidente en su mensaje que el Gobierno aplicó con la mayor moderación el Estado de sitio y la ley de extrañamiento, cuando los hechos que son de notoriedad pública deponen que esas medidas fueron en sus manos instrumentos de terror, que la policía esgrimió, en cumplimiento de órdenes superiores, con la arbitrariedad más extremada; cuando se impidió en absoluto el ejercicio del recurso de habeas corpus, garantía suprema de la libertad individual, y se sustrajo a la jurisdicción de los jueces establecidos por la Constitución a los que eran objeto de las persecuciones gubernamentales; cuando se aprobó en repetidas ocasiones que los expulsados eran hombres tranquilos y laboriosos, arraigados de largos años en el país, padres de hijos argentinos, y a pesar de todo se les arrancó de sus hogares y se condenó a sus familias a la más espantosa miseria, cuando muchos de los que sufrieron los rigores de esa ley de excepción acreditaron, al llegar a los puntos de destino, que habían sido víctimas de una negra injusticia, y sus clamores provocaron en todos los países cultos un movimiento universal de protesta; y cuando la crueldad y las arbitrariedades llegaron a tal extremo que los mismos órganos oficiales hubieron de reconocer que la ley adolecía de defectos, que convenía corregir, para cohonestar de esta suerte el uso apasionado y violento que se había hecho de sus disposiciones draconianas”.
El 1º de mayo de 1904, el Gobierno ordenó reprimir violentamente la marcha obrera del día del trabajador, ocasionando la muerte de varias personas (aproximadamente ascendieron a 40 las víctimas, una de ellas fue Juan Ocampo, marinero de 18 años de edad) y gran cantidad de heridos.
Como la historia la escriben los que ganan, ya es tiempo de darle voz a quienes fueron acallados/as violentamente para conocer la verdadera historia. El presente proyecto de ley pretende contribuir a que las futuras generaciones conozcan la verdadera historia y a la reparación simbólica debida durante siglos a los/as pobladores/as originarios/as de estas tierras (víctimas de un genocidio invisibilizado), como también a los obreros y sus familias, cruelmente reprimidos y expatriados/as.
Algunos/as historiadores/as y comunicadores/as sociales aún afirman que los gobiernos de Roca contribuyeron al progreso del país; atento lo expuesto en estos fundamentos, cabe preguntarse si se puede considerar progreso cuando los beneficios del mismo los gozaron un pequeño grupo de familias patricias y engrosaron los capitales extranjeros, en tanto que los pueblos originarios, mestizos, afrodescendientes, criollos y gauchos de nuestro país, eran sometidos a la miseria, a la muerte y a la explotación. No se puede considerar progreso a las nuevas industrias levantadas sobre el genocidio de los pueblos originarios de las regiones pampeana, patagónica, chaqueña y formoseña; a la usurpación de sus tierras que quedaron en manos de unos pocos; a la reducción a la esclavitud de los/as sobrevivientes de dicha masacre, para ser explotados/as por las nuevas industrias o servir en las casas y haciendas de los “nuevos terratenientes”; y a la feroz represión y expatriación de los/as obreros/as por osar reclamar condiciones dignas de trabajo.
Bajo esas circunstancias, constituye un insulto que se dedique el monumento más grande de la Ciudad de Buenos Aires a quien comandó dicho genocidio y represión obrera, que dicho monumento contenga dos efigies representando a “la patria” y “al trabajo” y que, además, se encuentre en una de las tres arterias principales que conducen al centro cívico de la Ciudad, la Plaza de Mayo, a escasa distancia de la Casa de Gobierno Nacional; arteria que, de paso, también lleva el nombre del genocida.
Se propone así que se trasládese el monumento dedicado a Julio Argentino Roca a un espacio que determine el Poder Ejecutivo en conjunto con la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y, en caso de que el traslado no resultare posible, se propone la fundición del monumento a fin de utilizar el material como insumo para la escultura en homenaje a la Mujer Originaria, cuya construcción se dispone en el artículo 5°.
En cuanto al cambio de nombre de la plazoleta Ricardo Tanturi, donde se asienta actualmente el monumento dedicado a Julio Argentino Roca, por el de “Homenaje a la Mujer Originaria”, se debe a que el 54 por ciento de la población argentina tiene ascendencia de los pueblos originarios[32]. En su sitio se emplazará una escultura en homenaje a la Mujer Originaria, surgiendo las/los artistas que lleven a cabo tal obra, del concurso que a tal efecto convocará la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cabe señalar con gran beneplácito que esta Legislatura ha aprobado recientemente, en primera lectura (conforme el procedimiento establecido en el art. 90 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires), el proyecto de ley por el cual se pretende el cambio de denominación del actual Parque Roca por el de “Parque del Bicentenario”[33]. Cabe resaltar que esta última denominación resulta apropiada al actual momento histórico, que se caracteriza por el otorgamiento de derechos a quienes fueron históricamente desposeídos/as, por la búsqueda de una identidad nacional que contenga todas las diversidades, respetando la pluralidad y, sobre todo, llevando a cabo políticas de inclusión para que la vida digna sea un derecho de todos y todas y no un privilegio para unos pocos.
Cabe señalar que la meta de quienes lucharon por la independencia de nuestro país era la libertad y la igualdad real para todo el pueblo; ya entonces el Gral. San Martín hablaba de “nuestros paisanos los indios”, quienes participaron también en la gesta libertadora.
Asimismo, se efectúa en el presente un reconocimiento especial a los historiadores Osvaldo Bayer y Felipe Pigna, por su trabajo incansable a fin de que se conozca la verdadera historia de la “conquista del desierto”, el genocidio sufrido por los pueblos originarios y reclamar por la desmonumentación.
Por todo lo anteriormente expuesto es que solicitamos la aprobación del presente proyecto de ley[34].
[1] Pigna Felipe, “La Conquista del Desierto”, disponible en http://www.elhistoriador.com.ar/,
[2] Ver por ejemplo Palermo Miguel Angel, “La compleja integración hispano-Indígena del sur argentino y chileno durante el período colonial”, América Indígena vol.LI, Nº 1, enero-marzo 1991, Instituto Indigenista Americano, México D.F.
[3] Ver Levaggi Abelardo, “Los tratados con los Indios en Argentina”, Ponencia al Seminario de Derecho Indígena Comparado, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Ministerio de Justicia de la Nación, Buenos Aires, mayo 1998.
[4] Lois Carla, “La Patagonia en el mapa de la Argentina moderna. Política y deseo territorial en la cartografía oficial argentina en la segunda mitad del siglo XIX”, en Pedro Navarro Floria (comp), Paisajes del progreso: la resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916. Ed. De la Universidad Nacional de Comahue, Neuquén, 2007, p. 115.
[5] Catecismo de geografía, Librería Inglesa de Buenos Aires, 1856.
[6] Diana Lenton, “La “cuestión de los indios” y el genocidio en los tiempos de Roca: sus repercusiones en la prensa y la política”, en «La crueldad argentina: Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios», Osvaldo Bayer y Diana Lenton.- 1º ed.- Ediciones El Tugurio, Buenos Aires, 2010, pág. 39.
[7] Diario La Nación, 17/11/1878.
[8] Depetris José; “El destino de la comunidad ranquel”, Revista Primero de Octubre, Nº 42, Santa Rosa, La Pampa, oct 2002.
[9] Valeria Mapelman-Marcelo Musante, “Campañas militares, reducciones y masacres. Las prácticas estatales sobre los pueblos originarios del Chaco”, en La Crueladad argentina: Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios/ Osvaldo Bayer y Diana Lenton.- 1º ed.- Ediciones El Tugurio, Buenos Aires, 2010, págs.. 113, 114.
[10] Feierstein, Daniel “El genocidio como práctica social», Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007”.
[11] Ob. cit. Mapelman-Musante.
[12] Pigna, Felipe, «Los mitos de la historia argentina», Planeta, Buenos Aires, 2005.
[13] Lenton Diana – Jorge Sosa, “La expatriación de los pampas y su incorporación forzada en la sociedad tucumana de finales del siglo XIX”, Jornadas de Estudios Indígenas y Coloniales- C.E.I.C., Jujuy, 26 a 28 de noviembre de 2009.
[14] Delrio, Walter. “El genocidio indígena y los silencios historiográficos” en Historia de la Crueldad argentina; Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios/ Osvaldo Bayer y Diana Lenton- 1º ed, Ediciones El Tugurio, Buenos Aires 2010.
[15] Bayer, Osvaldo cita de Diana Lenton en “Prólogo. Comenzar el debate histórico sobre nuestra violencia, Historia de la Crueldad Argentina: Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos Originarios».
[16] Yunque, Alvaro. «Historia de los argentinos». Futuro, Buenos Aires, 1957.
[17] Bayer, Osvaldo, «Historia de la Crueldad Argentina: Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos Originarios», Ed. El Tugurio, 2010, pág. 24.
[18] Ob. cit. Bayer, Osvaldo.
[19] Ob.cit. Bayer, Osvaldo, pág. 25.
[20] “Lista de indios inútiles o débiles”, AGA (Archivo General de la Armada). Caja 15283, 1/05/1882.
[21] AGA, Caja 15279, 06/03/1879.
[22] AGA, Caja 15279, 07/07/1879
[23] AGA, Caja 15278. 10/12/1878.
[24] Barros, Alvaro, «Indios, frontera y seguridad interior». Solar-Hachette de la Buenos Aires, 1975.
[25] Pigna, Felipe. «Los mitos de la historia argentina», Planeta, Bs. As., 2005.
[26] Ob. cit. Pigna, Felipe.
[27] De la Fuente, Ariel. “Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de La Rioja durante el proceso de formación del Estado nacional argentino (1853-1870)». Prometeo Libros. Buenos Aires, 2007.
[28] Tamagnini, Marcela. “Invasiones ranqueles y montoneras provinciales. La frontera del Río Cuarto hacia 1863”. Terceras Jornadas de Arqueología Histórica y de Contacto del Centro Oeste de la Argentina y Seminario de Etnohistoria. Vól. II. Marta Bechis (compiladora). Universidad Nacional de Río Cuarto, 2005.
[29] Trinchero, Hugo. Op.Cit.
[30] Valeria Mapelman-Marcelo Musante. “Campañas militares, reducciones y masacres. Las prácticas estatales sobre los pueblos originarios del Chaco”, en «Historia de la crueldad argentina: Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos Originarios», pág. 110, Ed. El Tugurio, 2010.
[31] Giordano Mariana, 2005, “Discurso e imagen sobre el indígena chaqueño”, Ediciones al Margen, Buenos Aires.
[32] Nota publicada en el diario Clarín (16/01/2005, págs.. 34 y 35).
[33] Proyecto 1564-D-2010, autoría Diputada Gabriela Alegre.
[34] Se agradece la colaboración de la asesora Analía Mas en la elaboración del presente proyecto de Ley y los aportes realizados por los/las militantes de la Mesa Nacional por la Igualdad.